lunes, 10 de septiembre de 2012

Diversidad Arquitectónica

Cuando los seres humanos transforman el paisaje natural, definen su propio horizonte construyendo lugares y objetos en los que se hacen posibles las diversas actividades que le otorgan sentido a la vida. 

La ciudad y su arquitectura son un tejido en donde se integran historia, memoria e imaginación. La trama urbana y sus edificios se erigen como la expresión construida de innumerables tradiciones y prácticas sociales, al mismo tiempo que producen identidades y cultura. 

La arquitectura se erige como un objeto primordial para el ser humano, que esta indisolublemente unido al entorno por relaciones de correspondencia: El conjunto urbano depende de la posición, del número y de las características intrínsecas de cada una de las partes. De esta manera cualquier edificación que se genera al interior de una ciudad modifica el contexto y la percepción del mismo no sólo en un tanto sino en su totalidad. 

El complejo tejido urbano incluye una gran cantidad y variedad de elementos, de tal suerte, cuando las nuevas creaciones se modelan sólo a partir de sí mismas y dejan a un lado las estructuras que conforman el contexto rompen con la armonía del medio físico que las rodea –con la trama del tejido- y lo fragmentan. 

La integración de las nuevas estructuras al entorno existente no significa que los objetos pierdan singularidad, mucho menos se niega la diversidad, ya que esto derivaría en la producción repetitiva de espacios uniformes carentes de identidad; tal y como esta sucediendo actualmente en muchas de las grandes ciudades del mundo debido a la fácil aceptación de todo tipo de diseños y estilos, impuestos y aprobados por un mercado inmobiliario para el que resulta mucho más sencillo, rápido y económico producir estructuras en serie a partir de la repetición de uno o dos modelos a los que solamente se les hacen pequeños ajustes y mínimas variaciones. 

La diversidad de estilos en una ciudad en muchas ocasiones ha dado como resultado paisajes urbanos extraordinarios que por contraste permiten que se enfatice la belleza de cada uno de sus edificios. La repetición y el establecimiento de una tendencia generalizada conducen a la monotonía del paisaje urbano, en tanto que la diferencia implica vitalidad y le otorga personalidad a la arquitectura. 

Actualmente, el problema que existe en la mayor parte de las grandes ciudades es que no se tiene conciencia de lo diverso; de la existencia del -otro-. Esto impide que la arquitectura y sus habitantes puedan establecer un diálogo con el entorno y mucho menos con otras cosas. 

Esto genera que el espacio [ciudad] y los objetos [arquitectura] se desarrollen por separado, las nuevas edificaciones o las re-modelaciones por lo general se erigen como estructuras aisladas que se encierran en sí mismas y evitan cualquier tipo de relación con las obras vecinas, aún cuando éstas sean de gran calidad. 

En este caso los objetos se convierten en -simulacros- de arquitectura, en -escenografías- de monólogos teatrales para los que la colectividad y el entorno simplemente no existen. Esto enrarece e intoxica a la ciudad, pues las calles se convierten en contenedores de -cachivaches-; en muestrarios de formas, estilos, texturas y colores. 

La rehabilitación de una ciudad o la planeación de nuevos espacios dentro de la misma es un problema complejo ya que además del planteamiento estético y la solución de los problemas de integración formal de sus estructuras requiere de un minucioso análisis del contexto histórico, económico, social, cultural y ecológico, que requiere de la participación de profesionales y especialistas de otras disciplinas, lo que indudablemente enriquecería el trabajo de los urbanistas, arquitectos e ingenieros, además de que ayudaría a resolver los problemas urbanos de manera integral. De esta forma, las propuestas y soluciones para las ciudades del futuro implican la confluencia de muchos y diversos caminos. 





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